Por primera vez en su vida se dio cuenta de que no tenía un olor propio.
De que toda su vida había sido nadie para todo el mundo.
Y entonces sintió el temor de su propio olvido.
Era como si no existiera.
Ven a verme, amado hermano mío, dime que sí y no me quede yo para siempre en esta nada que es la prisión de locos, donde mi madre y todos ustedes me han confinado, por haber tratado de ser Camile mujer, Camile y artista, Camile y amante libre.